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El negocio del espacio

Turismo espacial

Si en los años 60 eran las grandes potencias de USA y la URSS las que competían por la carrera espacial, esta lucha de poderes ha pasado a ser ahora propiedad de los magnates multimillonarios, como el presidente de Amazon, Jezz Bezzos, que acaba de convertirse en el segundo empresario en volar en un cohete de su propia compañía (Blue Origin)– recordemos que 9 días antes lo hizo su rival, Richard Branson, a bordo de uno de los aparatos de Virgin Galactic-.

Todo esto no supone un gran hito en la historia de la astronáutica. Justo cuando se cumplen 60 años desde que el primer hombre viajara al espacio (Yuri Gagarin, 1961) y el segundo lo hiciera solo unos días después de este, el astronauta estadounidense Alan Shepard, nos encontramos con una novedad: es la primera vez en la historia que se realiza un vuelo no pilotado y con una tripulación totalmente civil. Es decir, inauguramos un nuevo periodo en el ámbito de la carrera aeronáutica: el turismo espacial.

Las empresas se suman a la conquista del espacio

Aunque se desconoce la cifra exacta que pagó el tripulante más joven (18 años) por este billete tan especial por un fugaz viaje al espacio (solo duró 11 min), sabemos que esa plaza la liberó por "problemas de agenda" una persona que pujó en la subasta la astronómica cantidad de 23 millones de euros. Aunque es indudable que este tipo de viajes, en el año 2021, solo están al alcance de unos pocos privilegiados, en solo una década, se harán extensibles a una clase social pudiente, pero no multimillonaria.

Por unos cuantos miles de euros (es lo que los empresarios inmersos en este nicho vaticinan que costará un billete en una de estas naves turísticas en un futuro no muy lejano), algunos afortunados podrán disfrutar de una experiencia única, lo que supone concebir el espacio como destino turístico, algo realmente impensable y más propio de novelas y películas de ciencia ficción.

Investigación científica vs turismo espacial

La exploración del espacio responde a la inquietud del hombre por descubrir cosas nuevas, por satisfacer su curiosidad. El lanzamiento del Sputnik (1957) marcó el inicio de una verdadera era espacial. En pocas décadas las primeras sondas espaciales empezarían a llegar a distintos planetas y regiones de nuestro sistema solar.

En este sentido, ¿cómo casa el turismo espacial con los avances científicos y el trabajo de las Agencias? Recordemos que hace apenas unos meses el Gobierno español anunciaba la creación de una Agencia Espacial apostando así por las posibilidades que tiene nuestro país en el desarrollo del sector espacial. Como aseguraba Efrén Díaz, abogado experto en derecho geoespacial: “España está preparada tecnológica y logísticamente”.

Baste como ejemplo la relevante aportación española en el Perseverance, el nuevo vehículo de la NASA en Marte desde el pasado 18 de febrero de 2021.

Si bien cabe recordar que estos viajes turísticos solo cruzan la frontera del espacio reconocida internacionalmente, a una altitud de 100 kilómetros, muy por debajo de lo que por ejemplo alcanzó “una sonda lanzada en 1977 para investigar los planetas Júpiter y Saturno, la Voyager 1, localizada actualmente en los confines del sistema solar; a más de 13.000 millones de kilómetros de nosotros. Es el lugar más lejano al que ha llegado un ingenio humano”, apunta el informe El Espacio: una constante en la investigación científica, elaborado por Álvaro Giménez Jefe del Departamento de Investigación y Desarrollo Científico de la Agencia Espacial Europea.

Por tanto, estos viajes además de tener un alcance limitado, persiguen un fin lucrativo, que dista de la labor de investigación científica, centrada en conocer con mayor detalle la historia del sistema solar y, por tanto, de la propia formación de nuestro planeta y de la aparición de la vida. Aunque esto no supone un freno para algunas de estas empresas que aspiran a convertirse en un importante subcontratista de las misiones de la NASA, como ha anunciado recientemente la firma SpaceX de Elon Musk, que además está desarrollando un cohete de exploración espacial distante para futuras misiones tripuladas a Marte.

En definitiva, asistimos al despegue de una nueva era en la historia espacial que, por primera vez, dejará de estar protagonizada solo por gobiernos y astronautas.