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La ‘reduflación’ o cuando el tamaño sí importa

subida de precio a los consumidores se llama reduflación

Acostúmbrate al término, pero no lo utilices demasiado. O haz lo que tú quieras porque, al fin y al cabo, el hecho de que ahora estemos escuchando tanto esta nueva acepción que aún no recoge ni la RAE no es nueva, ni tampoco ilegal. 

Y es que la ‘reduflación’ ha acabado por hacer mella en los bolsillos de unos contribuyentes que están hartos de sentirse engañados. Porque otra cosa no, pero esta práctica, engañosa es un poco. ¿Cómo se explica que las empresas den cada vez menos producto y sigan vendiendo por el mismo precio? 

La escalada inflacionista, con datos históricos que no invitan al optimismo, está impulsando ahora de forma más relevante la búsqueda de fórmulas para disimular el encarecimiento de la cesta de la compra. El problema es que está resultando tan flagrante que han terminado por saltar a la palestra una serie de marcas conocidas con las que todos nos podemos sentir identificados. 

Una solución de urgencia que ha pasado desapercibida 

Como decimos, la ‘reduflación’ no es nueva. Su “viralismo” ha surgido exactamente en el momento en el que más nos duele: pagar por algo que no vamos a disfrutar, no así en tiempos de bonanza económica en que llenábamos el carro del super sin necesidad de llevar las gafas de cerca en la mano. 

Porque esta es la única forma de comprobar la verdad del asunto: leer la letra pequeña y conocer la cantidad o el peso exacto de un producto que antes traía mayor cantidad. Es el caso de bolsas de snacks en las que cada vez hay más aire, o del champú o gel de baño que ahora dura menos. 

El secretario general de FACUA-Consumidores en Acción, Rubén Sánchez, alude a que las empresas “intentan colársela al consumidor” con una estrategia que es difícil de detectar y que “sólo es ilegal si existe un cártel”.  

“En España hubo uno hace años que operaba con geles de baño que fue denunciado y destapado en su momento” explica, refiriéndose a la resolución de 2010 de la CNC por la que fueron multadas varias empresas con más de 8 millones de euros por un aumento encubierto de los precios al enmascararlo con un cambio de formato. 

La ‘reduflación’ afecta sobre todo a alimentos como la pasta, los yogures, conservas, congelados y también a productos de droguería como suavizantes o detergentes. Una práctica muy extendida y legal, ya que el peso marcado siempre va a ser real. 

La suma de los últimos acontecimientos, en los que la incertidumbre de la guerra en Ucrania, el desabastecimiento por paros en el transporte y el alza de precios que no da tregua a los consumidores, ha hecho que la economía familiar sea al final una de las principales afectadas. 

Aunque la inflación esté conjugando el signo de los tipos de interés mínimo con un aumento de precios generalizado en lo que se ha entendido como un posible sinónimo de recuperación a corto plazo, el poder adquisitivo de las familias no deja de sufrir las consecuencias. 

Una escalada de precios generalizada 

El IPC está disparado, es un hecho. Un 9,8% que no se registra desde 1985 y que no es aislado ya que también sigue subiendo en la zona euro o EEUU. Por eso, la solución de muchas empresas ha sido la de mantener los precios reduciendo el suministro. 

De esta forma, se consigue mantener los márgenes sin encarecer los productos y así, no perder clientes. Inteligente pero arriesgado, ya que son cambios que suelen pasar desapercibidos por la gran mayoría de los consumidores, que no están pendientes de si un paquete de galletas pesa 25 gramos menos, pero sí cuando el precio es mayor. 

Para el responsable de Facua, no se trata de si la ‘reduflación’ es una práctica abusiva o está justificada por la escalada de precios, porque “el mercado siempre actúa de forma abusiva con los consumidores” resalta. 

“Es una formar de tomadura de pelo y no está justificada” explica Sánchez, quien alega que “hay coyunturas personalizadas y el problema se está ahora acentuando, aunque no sabemos si viene de ahora o de más tiempo”. 

En España, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha detectado varios casos. Un 7% de los 238 productos analizados para los controles de precios que realiza periódicamente, han reducido su tamaño. Y es que, como decimos, cambiar el tamaño de los productos no deja de ser legal.  

Además, al formar parte de su estrategia interna, muchas empresas se reservan dar detalles sobre su política de precios o simplemente, se suelen justificar por muchas compañías proveedoras de alimentos en la reducción de tamaños para eliminar calorías, modificaciones en los hábitos de consumo…etc. 

Información contra manipulación  

Hay muchos parámetros que tienen que ver con el juego no escrito y asociado a estas prácticas. Siempre habrá subida de precios y el objetivo de las marcas siempre será hacerlas menos visibles al consumidor. 

La rapidez a la hora de tomar decisiones es una de las bazas con las que juega el marketing empresarial, ya que está demostrado que el 70% de las decisiones a la hora de comprar un producto se toman en dos segundos.  

“Como digo, no es algo que se pueda sancionar” incide el secretario general de Facua, quien, aludiendo a este sistema, expone que “la única manera de prevenirlo es que el consumidor puede estar atento a los gramajes que puedan tener los productos que compra”. 

“Ayuda si son esporádicos y estamos familiarizados con ellos para tener un seguimiento de su evolución en el precio” explica, por lo que recomienda que en los productos se mire el precio por kilo o por litro, ya que “aunque el envase sea el mismo puedes comparar y te puedes ir familiarizando en base a su calidad-precio". 

Por ello, volvemos a incidir en que la ‘reduflación’ no es ni mucho menos una práctica novedosa porque a veces, no solo se refiere a cantidades concretas de un envase, sino también a servicios que se prestan o al tamaño de las raciones.  “Un ejemplo son los productos que se venden a euro como si costara poco cuando el peso y la cantidad es mínima” expone Sánchez. 

En muchas ocasiones, las empresas llevan a cabo este tipo de procesos para poder mantener su margen de beneficios o, al menos, para no disminuirlos. Igual que hace 30 años casi nadie apreciaba estos cambios, en la actualidad tenemos internet para nutrirnos de toda la información sobre los productos que más nos interesen. 

Todo influye. Tampoco para las marcas es fácil reducir los tamaños de sus productos por los cambios en el envasado y la fabricación que esto provoca. Al final, la estrategia siempre va a tener viento a favor por el flujo económico que implica. Los consumidores, por su parte, siempre tendrán la opción de elegir.